ESE DESOLLARSE EN TINTA: LA POESÍA DE SYLVIA RIESTRA.
William Johnston
(2009)
Generalmente cuando se habla sobre la represión, violencia y dictadura, se comenta que en ese período la literatura se manifestaba de tres maneras silenciosas: el exilio, el insilio - término acuñado por Mario Benedetti- y la literatura de la cárcel. La poesía, entonces, contiene cierto parentesco con el espacio: así como el exilio instaura un espacio mediante la nostalgia y la melancolía del mito del país perdido; el insilio representa un espacio interior de escritura: tengo un pensamiento/ que toda la noche/ me ha quitado el sueño/ no conocía tamañas dimensiones/ ausculté la tierra/ oí el crujido de los muertos/ y el contenido silencio de los vivos. Si el exilio es la creación de un espacio bajo la nostalgia de un país perdido; el insilio es la creación de un espacio mediante el silencio y la represión cuyo resultado no es otro que auscultar la tierra para escuchar el crujido de los muertos y el contenido silencioso de los vivos. Una de las consecuencias de todo insilio es vivir presionado mediante la represión política. La relación entre el yo poético y la realidad que lo circunda se manifiesta de una sola manera: el sentir, o más bien, el padecer una continua amenaza: y cada esquina/ es el bastión/ de un peligroso serpentario. El ser humano es un ser de naturaleza política que se afirma en la libertad y en la expresión. Y si se encuentra acosado mediante la represión y la violencia tenderá a expresarse mediante claves propias. Y más aún la poesía que tiene como instrumento la imagen, el símbolo y la metáfora. En este punto es necesario afirmar que la poesía de Sylvia Riestra se establece como una búsqueda a la pregunta acerca sobre qué es el poder y sus formas: el insilio, el poder de la represión que genera la violencia y el silencio en Ocupación del Miedo, la búsqueda de ese poder femenino en La Casa Emplumada mediante el clan, el rito, el tótem y el tabú; la definición que la palabra es un medio de poder que, en el caso de Palabras de Rapiña, utiliza la mujer para dominar una sociedad estructurada mediante roles masculinos y patriarcales. Y, de esta manera, establecer un espacio de poder femenino (la certera metáfora del cuarto propio de Virginia Wolf) a través de la palabra poética. O la identificación del poder femenino en confrontación con el poder masculino en el libro Entre dos mares. Y el abuso y la denuncia del poder político en Sincronías y Celebraciones.
Dentro de la oscuridad intelectual que plantea toda dictadura, los dos últimos años (83 al 85) fueron levemente mejores en cuanto a lo que se refiere a posibilidades culturales. Si la década que transcurre desde el 73 al 83 fueron años duros en cuanto a represión, ocupación y violencia y sólo se puede nombrar Ediciones de la Balanza como uno de los ejemplos que atentaron contra ese oscurantismo; en los dos últimos años existe una leve mejoría en cierto sentido de la palabra. 1983 es, en términos generales, un año de movilización popular. La lucha contra la dictadura alcanza la calle, se hace abierta y condiciona la relación de los partidos políticos con las Fuerzas Armadas . Es decir, la lucha por la libertad se encarna en palabra - ya no en silencio y oscuridad - y se encuentra en boca de todos. A partir de 1980, cierta franja de los poetas que integran la generación del 80 se inauguran mediante concursos literarios. 1982 es el año del concurso de la Embajada de España cuyo ganador es Jorge Castro Vega en plena vigencia de su apoteosis. 1983 es el concurso de la Editorial Imago: Aldo Mazzuchelli, Ramón C. Abin y Sylvia Riestra se encuentran entre los mencionados. Y más allá de la dictadura, en el año 1986 Sylvia fue una de las ganadoras del concurso convocado por la Universidad de la República y el Banco de la República con su libro Ocupación del Miedo. En 1989, se pronuncia el Concurso de Ediciones Casa de Cultura del Partido Comunista del Uruguay con los ganadores Mazucchelli y Diana Correa. El concurso, y más aún la publicación de los premiados y mencionados, es una posible salida para salir de la oscuridad que impone la represión de un presente político, para nombrar el insilio de una manera metafórica, para definirse como poeta y establecer su espacio propio. En este sentido podemos afirmar que el libro Ocupación del Miedo sea un libro hermético, escrito a clef como Adán Buenos Aires de Leopoldo Marechal donde la escritura es una cerradura pero falta la llave, es decir, esa referencia directa a personas, situaciones y anécdotas en general que completa la lectura. En el libro de Sylvia esta perfección se obtiene mediante dos claves que el insilado conocía de memoria. La primera de ellas es la letra C. En uno de los poemas de Ocupación del Miedo leemos: un aparato/ que radiografía/ hasta la más leve intención/ podría significarme la C/ o algo peor.. Esa C es significativa puesto que indica que la represión es un sistema ordenado e intimidador porque todos los ciudadanos fueron clasificados en tres categorías: A, B, C. Sólo era ciudadano pleno (…) el calificado A ya que podía desempeñar funciones en cualquier lugar (…) Los ciudadanos B sólo podían desempeñar algunas funciones públicas y los C, no podían desempeñar ninguna función en ningún caso, y muy especialmente en la enseñanza; se suponía que eran o no podían ser disidentes . La mayoría de los habitantes del Uruguay en aquellos tiempos donde germinaba la oscuridad, pasaban sin motivos, de la B a la C. El tipo A estaba reservado para aquellas personas que compartían su ideología con el régimen. Es decir aquellas personas indiferentes a la historia. En uno de los poemas de Ocupación del Miedo el protagonista es una de estas personas de tipo A cuya casa contiene rejas serias poderosas/ para que no entraran más/ los ladrones los criminales los sátiros/ los leprosos los traidores los maleficios/ las brujas los soldados los cuervos/ los murciélagos las plantas de ruda las cucarachas/ los rayos láser los ratones los suicidas/ los cadáveres los diablos burlones los ahorcados/. Y continúa: yo por mi parte/ me hice de una fusta larga/ y tengo mis provisiones de carbón. Salvo el grupo de personas de tipo A; los demás estaban rodeados de la soledad, el aislamiento y el temor. Y leyendo este último poema podemos decir que la dictadura también trajo una división - moral, ética- en cuanto a la condición humana y de qué manera humillarla. Como tajo sin bordes. Y la poesía crecía en su semilla de silencio.
Otra clave contextual del libro Ocupación del miedo es la mención a autores clásicos como Dante y Homero. En una primera lectura podemos afirmar que esta tradición clásica es la consecuencia sutil de ser profesor de literatura. Generalmente, el poeta no vive de la poesía; a veces lo realiza desde el ejercicio didáctico de la literatura. Dante y Homero forman parte de los programas liceales. Si ahondamos en segundas lecturas, podemos establecer que tanto La Divina Comedia de Dante como La Ilíada de Homero, no sólo son textos políticos; sino también históricos. No tenemos idea de cuándo fue escrita La Ilíada; pero sí sabemos que La Divina Comedia fue escrita en una época de represión política como lo fue Ocupación del Miedo. Obras que bien pueden catalogarse de ejemplares: si bien en el infierno de Dante cada castigo es único y ejemplar; también en la Ilíada rara vez sufren dos héroes el mismo episodio, un fin igual. Cada uno suele recibir su propia muerte: ésa, la homérica, única y múltiple, si idéntica siempre como cesación de la luz y convulsivo destierro del alma . Y también, dentro de esta tríada, podemos incluir el insilio de Ocupación del Miedo: cada poema es un comentario del miedo, el silencio y la represión. Y uno de los ejes de la poesía de Sylvia Riestra es, justamente, la historia que evoluciona desde lo social (Ocupación del Miedo, La Casa Emplumada, Sincronías y Celebraciones) hacia lo personal (Palabras de Rapiña, Entre dos Mares, Tramas de la Mirada). Porque, como afirma el antropólogo Joseph Campbell: el sueño es el mito personalizado; el mito es el sueño despersonalizado . La historia que deviene en mito; la escritura que interpreta la historia como mito. La mitificación del poder de la historia.
Tres de las muchas claves de Ocupación del Miedo que apuntan al efecto de la represión durante la dictadura uruguaya: represión que no sólo coartó las libertades personales; sino que afectó al mismo lenguaje. El poeta insiliado fue creciendo gracias a la escritura de una palabra elíptica y sutil con la finalidad de eludir la violencia de la represión. Es decir que no sólo hablamos de la represión en su forma psicológica; sino también en su forma física y, peor aún, en su forma semántica. Por ejemplo, cuando leemos en las páginas de Ocupación del Miedo: hombres quizá llevaban cáscaras de tortugas/ y anguilas en las manos, lo que define la cáscara de la tortuga se asemeja, objetivamente, a un casco de tono verde. Sylvia realiza una intratextualidad, es decir, define el color verde en otro poema del mismo libro de la siguiente manera: hay un color/ que enloda los lagos de los parques/ que enferma los arroyos y sus piedras/ el de los billetes los cocodrilos los camuflados/ el de la humedad de los roperos/ de la bilis/ del óxido/ el color de todo lo que se pudre. Lo que nos lleva a pensar que el color verde - que no se nombra de manera denotativa sino connotativa- contiene una emoción negativa porque identifica a los militares y, por ende, a la dictadura. Pero si bien es interesante destacar la imagen llevaban cáscaras de tortugas; el siguiente verso es aún más revelador: y anguilas en las manos. En principio, observamos en esta imagen una permutación semántica: el objeto (anguilas) por su efecto (la electricidad que ellas despiden). La electricidad era utilizada durante la dictadura militar como una de las forma de represión física: la picana eléctrica. Por lo tanto, si los hombres llevaban en sus manos anguilas, significa que la picana es un atributo personal. Es interesante destacar la sutileza del lenguaje como un proceso asociativo en nuestra conciencia= las anguilas= la picana= la represión física. Nombrar las anguilas es una manera de reprimir el lenguaje pero, al mismo tiempo, de volverlo lúcido y también irónico para aquella persona que, cabalmente, lo comprenda con la finalidad de eludir la represión. La poesía de aquel entonces no poseía como centro la palabra; sino un juego especular y en ósmosis continua entre la elusión y la provocación que la palabra contenía. El poder político, en este caso, descentra el significado mediante la represión, lo vacía y lo vuelve total silencio. Un ejemplo de estas últimas afirmaciones lo encontramos en el título del libro Ocupación del Miedo. Ocupar tiene diversos significados denotativos, a saber: tomar posesión de una cosa/ llenar un espacio o lugar/ desempeñar un cargo/ habitar una casa. En un contexto dictatorial, los militares ocupaban a la fuerza un país, una casa y hasta la ideología de un individuo. Como afirma Sylvia: un páramo creciendo dentro/ como si una ciudad con miedo/ fuera ocupada por un certero/ amenazador toque de queda/ en fatal presagio de derrota. Para que el miedo se genere debe de tenerse en cuenta una sensación completa de peligro. En este caso en particular, el toque de queda en fatal presagio de derrota contiene una idea de peligro inminente. Es relevante destacar que el peligro, a lo largo de la obra de Sylvia solamente se reitera en dos ocasiones y dentro de este libro. La primera mención es reveladora ya que aparece en el primer poema y anuncia el estado general de zozobra que se corresponde con la viva naturaleza del insiliado uruguayo: un gran peligro acecha/ y nos hemos quedado/ sin andamios. El hecho de quedarse sin andamios vendría a ser una peculiar imagen que puede traducirse como quedarse sin estructuras o ideologías que sostengan en ese presente no solo al individuo; sino a la sociedad en general. La segunda mención del significado de peligro es por demás interesante porque es una de las pocas metáforas que recorren la obra de esta poeta: y cada esquina/ es el bastión/ de un peligroso serpentario. Bastión que alude a la fortificación de figura pentagonal y, por lo tanto, se asocia con lo militar y éste con una sensación negativa de peligro o miedo.
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La liberación de la mordaza del silencio y su condición de insiliada condujo a Sylvia Riestra a un libro llamado La Casa Emplumada, premio de la Feria del Libro y el Grabado en el año 1989. Ya no es el yo social que escribe Ocupación del Miedo sino que es el yo personal, el yo mujer que toma conciencia de su condición de hembra mediante la descripción de sus ritos (de infancia, del parto de sus hijos, del amor) el tótem, el clan matriarcal y los tabúes que lo limitan. Es un libro hembra - en el sentido alevosamente antropológico- par excellence. Quiero decir que Sylvia Riestra parte de sus vivencias íntimas/ femeninas (los ritos de infancia, los ritos del parto, los ritos de amor, los ritos de familia) para tomar conciencia del mundo y sus realidades . Se podría decir que el feminismo en Uruguay hacia la década de los ochenta no prosperó en la profundidad que se pueden observar en otros países: Ana Chevesky, Lalo Barrubia, los primeros libros de Andrea Blanqué y cierta zona de Sylvia Prida impusieron su leve sello. Leve porque fue sólo una moda y no lectura. La moda es superficial y evanescente; en cambio la lectura es profunda y remanente. La moda vendría a ser la metáfora de una herida; la lectura, en cambio, se presenta como un tajo.
No se requiere ninguna teoría interpretativa para reconocer que la casa es una referencia vital y emocional de primera magnitud. La casa, especialmente si está idealizada por el filtro de la memoria, está estrechamente vinculada a la figura materna, de indudable carga afectiva. En un somero análisis psicológico, la casa refleja el interior de la persona, sus vivencias personales. A este respecto, el crítico Gastón Bachelard afirma que la casa simboliza el ser interior: sus plantas, su sótano y su granero simbolizan distintos estados del alma: el sótano corresponde al inconsciente . Esta cita del epistemólogo francés desata en nuestra conciencia la siguiente asociación emotiva: el yo interior de la mujer se asocia con un pájaro al encontrarse la casa emplumada. El pájaro, en un orden simbólico, se relaciona con los significados de libertad, liberación del ser interior, cambio de estado . Y entonces los significados de gorrión, el ala y el acto de empollar o incubar contienen cierta lectura simbólica.
El ala tibia agitándose cerca o el sitio debajo de las alas nos recuerdan el acto de empollar o incubar. Y estas afirmaciones se relacionan con la idea del hogar como sinónimo de estabilidad, calor, protección de los padres y, por qué no, de ternura. Y todos estos sentidos pertinentes a la casa se confirman en cierto pasaje del libro Sincronías y Celebraciones donde la poeta comenta: formar una trama una bandera un poncho un ala/ un salvoconducto un refugio,/ así tampoco nadie iría por el mundo/ sintiendo que llegó antes y tiene estrella y escudos/ y que es dueño de tierras de hombres y de señales/
Una segunda lectura de la casa en este libro propone el simbolismo del útero. Para la tradición freudiana, la casa es el útero. Y esta afirmación se puede leer en el siguiente pasaje que asocia el útero/ casa con la representación de un horno invertido: son numerosas las migraciones de las casas/ pero al fin/ crecen para adentro/ como grandes hornos/donde nunca terminaran de empollarse/ aquella galladura inicial/ ni aquellas primeras sílabas elementales/. Y el acto de empollar vendría a ser un sinónimo de gestar o procrear.
La casa, entonces, es el yo femenino que gesta, procrea o empolla las vivencias personales mediante el clan, el rito, el tótem y el tabú.
Un clan es un grupo de gente unida por parentesco, descendientes de un ancestro común. La palabra clan proviene del gaélico clannad que significa familia. Hay que hacer un breve paréntesis para destacar de qué manera el clan y sus significados pertinentes es uno de los ejes de este libro. La poeta lo define del siguiente modo: la familia de mi familia crece en espiral/ - mi madre y sus tres hermanas -/ acaudalando abuelos hijos sobrinos/ yernos ahora nietos/ hoy somos más de treinta. Es decir, la familia contiene una estructura singular: no es un árbol como se podría imaginar; sino un espiral, esa figura geométrica que vendría a ser una curva abierta que da vueltas alrededor de un punto, alejándose de él cada vez más. Pero una galaxia regida por el matriarcado, tal y como define la poeta: mi madre y sus tres hermanas cuyo centro es un antepasado en común que otros definen como tótem: Gumildo Riestra, abuelo de la poeta y personaje que evoluciona a lo largo de sus libros pero que se caracteriza en el penúltimo libro, Sincronías y Celebraciones del año 2006 .
En el libro el matriarcado no solamente se encuentra presente en su definición antropológica; sino también en su lectura simbólica/poética. Uno de los juegos de infancia que se establecen en el libro es su relación afectiva con las muñecas, símbolo y elemento de la infancia.: las muñecas más grandes eran las más viejas/ abuelas de mi abuela/ en el medio estaba mi madre/ después venía yo que era la más joven/ y después mis hijas mis nietas y biznietas/ y después/ y después me dio miedo/ y no jugué más/.
Si generalmente la muñeca plantea el significado del estereotipo de la mujer/ muñeca que define lo femenino como artificial e inorgánico en el paradigma de la construcción de los géneros; aquí parte del consabido sentido de la muñeca como doppeldanger del yo poético. Y evoluciona hacia la construcción de una utopía: el pasaje de una matronimia - régimen que traza la descendencia mediante la línea femenina- a una ginecocracia, es decir, el poder familiar y sus correspondientes jerarquías ejercido por las mujeres. Utopía que se interrumpe porque el yo poético tiene miedo. Pero este miedo es totalmente distinto a ocupar el miedo a través del silencio y la mordaza de su primer libro. Este miedo es personal y no social y es el resultado de un juego (peligroso) de valoraciones culturales de la toma consciente de ser mujer. Y este juego relaciona a la mujer con su sentido más primitivo, con sus mitos más elementales, con sus raíces más (in)conscientes: la personificación de la Madre bajo la advocación de la Gran Diosa o Magna Mater.
En La Casa Emplumada ciertos poemas se responden con otros poemas, desatando una claridad inusitada como si fueran vasos comunicantes en ósmosis continua y el lenguaje fuera, certeramente, sustancia orgánica. Así por ejemplo, los dos últimos versos del anterior poema - y después me dio miedo/ y no jugué más/- abre el primer poema del libro: Tengo miedo a la celda/ a la tapia/ a la muerte definitiva/ por eso escribo esta carta/ a la cuarta quinta sexta generación/ y a todas las generaciones de mi sangre/ y de otras sangres/ para decirles/ a través de las palabras/ y del ansia/ y del aire/ que tuvieron una abuela/ que pensó en ellos/ que tuvo veintiocho años/ que una tarde de octubre/ todavía del siglo veinte/ se puso a escribir/ y temblando/ reconoció sus caras/ sus entretelas/ y se sintió entonces más viva/ a pesar del rigor de los siglos/ y que quisiera tan sólo/ que lo supieran/ tan sólo un ala tibia agitándose cerca/. Es, entonces, a partir la escritura de sus vivencias personales, que la poeta toma conciencia del poder que significa ser hembra/ mujer. Y en este punto es interesante hacer un paréntesis para subrayar que, si bien y como hemos afirmado líneas arriba, la poesía de Sylvia es la búsqueda de la respuesta a la pregunta acerca de qué es el poder, la manera cómo detalla esa indagación en sus libros es mediante la crónica. Es decir, a través de la descripción subjetiva y meticulosa - casi minimalista, diríamos- tanto del silencio, la represión y la violencia en Ocupación del Miedo. O los ritos que confabulan vivencias personales y conllevan a una definición de ser hembra/ mujer en La Casa Emplumada. O el ars poético que construye un espacio propio en Palabras de Rapiña. O las valoraciones culturales del binomio mujer/ hombre en Entre dos Mares. O la política y sus respectivos abusos sociales en Sincronías y Celebraciones. .